En uno de sus trabajos más relevantes, el economista Ricardo Hausmann plantea una idea tan potente como sencilla: el verdadero motor del desarrollo económico no es solo el capital físico o la inversión, sino la acumulación de know-how —es decir, del saber hacer colectivo— que una sociedad es capaz de organizar, especializar y recombinar.
En otras palabras: lo que marca la diferencia entre un país rico y uno pobre, o entre una empresa estancada y una en crecimiento, es lo que sabe hacer y cómo lo combina.
¿Qué es el know-how y por qué importa tanto?
Hausmann diferencia tres tipos de conocimiento:
- Herramientas físicas (máquinas, tecnología tangible)
- Conocimiento codificado (manuales, patentes, procedimientos)
- Know-how o conocimiento tácito, que no se puede enseñar ni escribir, sino que se transmite por experiencia, práctica y colaboración.
Es este último, el más invisible, el que más condiciona el desarrollo. No basta con tener tecnología o leer un manual; lo que importa es saber hacer cosas, como sociedad o como organización.
Know-how, especialización y complejidad
A medida que una sociedad avanza, el conocimiento se vuelve más complejo y ninguna persona puede abarcarlo todo. Por eso, el desarrollo requiere especialización y colaboración.
Como en una partida de Scrabble: cuantos más “letras” (capacidades) tenga un país o una empresa, más “palabras” (productos o soluciones) puede crear.
Y aquí aparece el concepto de complejidad económica: una medida que relaciona el número y la sofisticación de los productos que una economía puede generar. Según los estudios, este índice predice mejor el crecimiento futuro de un país que la inversión, la educación o incluso la calidad institucional.
¿Qué implicaciones tiene esto para las empresas?
Este enfoque nos ofrece una lección fundamental:
Lo que determina el valor de una empresa no es solo lo que posee, sino lo que sabe hacer con sus capacidades intangibles.
Y eso, en COFI Solutions, lo vemos cada día:
- Empresas que tienen una tecnología diferencial pero no saben cómo trasladar su valor al mercado.
- Equipos con conocimiento especializado que no aparece en ningún balance.
- Startups con un capital intangible enorme… pero sin herramientas para justificarlo ante inversores, bancos o potenciales compradores.
En definitiva, empresas con un know-how de muy alto valor pero sin capacidad para poder trasladar este conocimiento.
La lógica de la complejidad
En este contexto, las valoraciones tradicionales, centradas en activos físicos o múltiplos financieros, se quedan cortas. Necesitamos metodologías que:
- Reconozcan el valor del know-how organizativo.
- Midan la complejidad interna y la capacidad de generar nuevas combinaciones.
- Traduzcan el intangible colectivo en cifras y decisiones.
Necesitamos herramientas para traducir el know-how en impacto a negocio
Eso es lo que nos inspiró a desarrollar Futurlytics®, nuestra metodología para valorar más de 140 tipos de activos intangibles, entre ellos el know-how y la capacidad de generar valor con él.
Conclusión: del desarrollo económico a la estrategia empresarial
La teoría de Hausmann tiene una aplicación directa para fundadores, CFOs y líderes empresariales:
invertir en capacidades, identificar lo que se sabe hacer (aunque no se vea), y saber explicarlo bien, es lo que realmente construye valor y proyección.
Porque en un mundo donde lo físico se copia, el conocimiento aplicado y organizado sigue siendo la verdadera ventaja competitiva.